Si lanzamos al azar en distintos puntos del globo terráqueo la pregunta de a qué aspiramos en este mundo, sin duda, de entre las respuestas más comunes destacaría una : "A ser felices". Sí, porque ¿hay realmente alguna persona que no quiera sentirse feliz? La lógica nos lleva a pensar que no, porque la felicidad es un estado de ánimo que se vincula con el bienestar y que por lo tanto nos aleja del sufrimiento, o al menos esta es la creencia más extendida con respecto a la misma, pero ¿es esta la acepción correcta?
En las definiciones más genéricas sobre el término felicidad siempre se menciona que ésta es un estado anímico o emocional que se experimenta cuando se alcanza un bien o una meta deseada. Esta concepción es demasiado simplista para algunos expertos, pues realmente parece que está incompleta. No hay más que acercarse por ejemplo a la obra del filósofo y pedagogo inglés Bertrand Russell, La conquista de la Felicidad, donde dedica algo más de 200 páginas a reflexionar sobre el asunto, para darse cuenta de que es un tema más complejo que el simple hecho de lograr una meta. Con esto no se descarta que evidentemente cuando se consigue un objetivo lo normal es sentirse feliz, pero evidentemente no es el único caso en el que nos sentimos de este modo.
El debate científico y el desarrollo de investigaciones y análisis sobre este estado emocional son relativamente recientes. Hasta no hace mucho no era una cuestión que se considerara tan importante como para ser analizada, pero ahora la concepción del mundo ha cambiado y a pesar de tener más parece que la felicidad es una conquista cada vez más complicada, lo que corroboraría que es algo más que "poseer" o "alcanzar".
En realidad, puede haber tantas definiciones de la felicidad como personas hay en el mundo, pues cada una puede sentirla de un modo u otro en función de muchas circunstancias. Podemos citar incluso frases de personajes conocidos que reflejan esta realidad. Así, para el escritor Henry Van Dyke: "La felicidad es íntima, no exterior; y por lo tanto no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos"; mientras que para Ghandi, "la felicidad se alcanza cuando, lo que uno piensa, lo que uno dice y lo que uno hace están en armonía."
Discutir sobre cuál de las dos reflexiones es la correcta resulta inútil pues responden a una interpretación subjetiva de dos personas distintas con unas circunstancias vitales diferentes y una forma singular de entender la vida. Ahora bien, debido a ese interés que ha surgido respecto a la felicidad en la actualidad hay estudios que tras haber analizado a poblaciones de distintos lugares del mundo, han proporcionado conclusiones empíricas.
Como consecuencia de estas investigaciones se han llegado a establecer ciertas afirmaciones generales en torno a la felicidad. De este modo, se constata que si se disfruta de una relación sentimental estable, unos buenos lazos familiares y de amistad, y se dispone de un trabajo en el que uno se siente realizado, las probabilidades de ser felices son mayores.
En función de estas conclusiones entonces sí es posible seguir una serie de pautas para conseguir esa ansiada felicidad. No obstante, para muchos la felicidad no puede ser un estado permanente de las personas sino una emoción que se experimenta en momentos puntuales. O también puede consistir en "darse cuenta de que nada es demasiado importante", como en una ocasión dijo el escritor Antonio Gala.
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