Ana
Canelada, profesora de Yoga Iyengar en la zona
noroeste de la Comunidad de Madrid, ha contado a Claves de Mujer en qué consiste
esta modalidad de yoga. Esta experta es una
especialista en Yoga Iyengar, ya que además está certificada por la
Asociación Internacional de Profesores de Yoga Sananda (AIPYS), cumpliendo con
los estrictos requisitos establecidos por la Yoga Alliance del Reino Unido.
A través de esta entrevista Canelada ofrece una visión
muy amplia de qué es realmente el Yoya Iyengar, y qué puede aportar a nuestro
cuerpo tanto física como mentalmente.
¿Qué diferencia principalmente este yoga de otros que a lo mejor se
imparten con más alumnos en clase?
El Yoga Iyengar es muy riguroso en su ejecución. Nada se deja al azar ni al entendimiento del alumno que aún no tiene
criterio. Es un Yoga guiado por un profesor muy preparado y que tiene una
dilatada experiencia como practicante. No se trata de convertir una clase en un
tiempo de “entretenimiento” para el alumno, sino de una clase de enseñanza, en
la que el alumno debe estar atento a lo que se le explica para que pueda beneficiarse de todo lo bueno que ofrece el Yoga. En
mis clases no se busca la postura “bonita”, se busca el acercamiento al Asana,
con toda la calidad y rigurosidad de esta disciplina y también teniendo en
cuenta las limitaciones físicas propias que cada persona tiene y que no deben
olvidarse en la práctica del Yoga. Para conseguirlo, el profesor debe estar
implicado en la clase y corregir lo que el alumno no está haciendo
correctamente y esto se consigue con un número limitado de alumnus.
¿Qué ventajas aporta respecto a otras disciplinas similares?
Este enfoque del Yoga Iyengar aporta un rigor y una calidad en la enseñanza que
lamentablemente no abundan actualmente. Profesores de yoga y formaciones en
miles de estilos de Yoga hay muchos, pero buenos profesores y formaciones, no
tanto. Los profesores de esta disciplina nos formamos a conciencia durante
mucho tiempo, tenemos un amplio conocimiento de las posturas (asanas) y de cómo
abordarlas teniendo en cuenta las limitaciones y el progreso de cada uno de los
alumnos. Corregimos y enseñamos al alumno para que el asana se realice de una
manera correcta. El “no pasa nada” no entra dentro de las instrucciones en mis
clases porque sí pasa, la dejadez en la práctica puede dar lugar a lesiones y
es algo que precisamente el Yoga Iyengar que yo practico e imparto evita a toda
costa.
Además, esta disciplina, respeta, como
ya he mencionado antes, las limitaciones de cada persona. Todos somos distintos y no todos los días son iguales, y si el
alumno todavía no tiene criterio propio (en cuanto a la práctica de Yoga
Iyengar) para determinar qué exigencia puede permitirse un día en la clase; es
el profesor el que estará indicando hasta dónde ha de llegar ese alumno para
beneficiarse del Yoga ese día concreto.
¿Que ímplica la utilización de ladrillos de corcho, mantas, etc.?
No todos tenemos las mismas capacidades
físicas. Es ridículo pretender que alguien que no ha practicado nunca Yoga,
tiene una vida sedentaria o sufre de alguna dolencia física, haga lo mismo que
alguien que practica a diario la disciplina o físicamente tiene unas
condiciones apropiadas para ciertas posturas. En este enfoque del Yoga Iyengar,
yo no busco en mis clases que todos los alumnos lleguen al suelo o abran las
piernas a determinada distancia o estén en una postura un determinado tiempo.Busco que todos lleguen a realizar el Asana con las instrucciones y mecanismos
de Yoga necesarios para ello. Olvidémonos
de las “figuras” de las fotos de Instagram, el Yoga no es eso. El Yoga es algo
mucho más potente y que no tiene porqué aparecer en alguien que
aparentemente es muy flexible. No confundamos.
Para evitar todo eso, es por lo que utilizamos sillas, ladrillos, cinturones, mantas… porque ayuda de una manera ordenada, sin artificios y con lógica a que un alumno, cualquier alumno, entienda mejor el Asana, dónde queremos llegar y qué queremos trabajar.
La utilización de utensilios en Yoga Iyengar no significa que tu práctica sea peor, no; su utilización forma parte de la enseñanza, del aprendizaje. Yo practico con todos los utensilios. Con ellos, se permite que todo el mundo, independientemente de su condición física, pueda acceder a una práctica de Yoga de calidad.
Para evitar todo eso, es por lo que utilizamos sillas, ladrillos, cinturones, mantas… porque ayuda de una manera ordenada, sin artificios y con lógica a que un alumno, cualquier alumno, entienda mejor el Asana, dónde queremos llegar y qué queremos trabajar.
La utilización de utensilios en Yoga Iyengar no significa que tu práctica sea peor, no; su utilización forma parte de la enseñanza, del aprendizaje. Yo practico con todos los utensilios. Con ellos, se permite que todo el mundo, independientemente de su condición física, pueda acceder a una práctica de Yoga de calidad.
¿Qué finalidad tendría este yoga y para qué y quienes estaría más
indicado?
No creo que el Yoga Iyengar (ni el Yoga
en general) tenga una finalidad determinada. Es una opinión muy personal. Yo practico Yoga Iyengar porque me
encuentro bien, muy bien, siempre estoy mejor después de practicar que
antes y con eso a mí me ha conquistado desde hace años. Es algo, como digo, muy
personal, difícil de explicar. El Yoga es muy potente y siempre que el alumno y
practicante trabaje para el Yoga, le ofrezca compromiso, constancia y un mínimo
de confianza, éste le devolverá importantes beneficios.
El enfoque de Yoga Iyengar que yo ofrezco está indicado para todos,
independientemente de la edad, la condición
física, la experiencia o no en Yoga… para todos. Me gusta siempre comentar que
para mí, esta disciplina es en cada clase una cura de humildad porque sin
querer nos creemos que por tener cierta edad, por ejemplo, podemos acceder a
ciertas posturas y en mis clases te das cuenta de que es tal la dificultad en
los mecanismos que se piden para acceder a las posturas que da igual que tengas
20 ó 60 años porque existirá dificultad y necesidad de trabajo para todos.
Para trabajar con eficiencia se ha hacer en grupos de dos o tres
personas, ¿no es así?
No necesariamente. Personalmente,
prefiero dar clases a un número no mayor de 8 ó 10 alumnos porque aunque el
Yoga se aprende en grupo, mis clases se caracterizan por la calidad y esa
calidad se ofrece si el número de alumnos en clase te permite estar comprobando
continuamente que todos los alumnos hacen lo que les pides; cuando hay muchos
alumnos esa tarea se complica y ya no es lo mismo.
Los grupos de dos o tres personas permiten clases con una dinámica
diferente.
Este tipo de clases de grupos muy
reducidos al igual que las clases particulares suelen darse por motivos en los
que se necesita de verdad una atención muy exhaustiva por parte del profesor
debido a alguna condición física importante (o también porque hoy en día, el
ritmo de vida actual no permita asistir con regularidad a una clase grupal) pero
suelen ser excepcionales y cuando los alumnos ya tienen cierta experiencia se
suelen unir a los grupos con más alumnos.
Además en mis clases trabajamos las
posturas de dos en dos o de tres en tres para entenderlas mejor y poder
llevarnos ese trabajo a la práctica personal.
En cualquier caso, opino que una clase
con más de 10 alumnos no expertos en esta disciplina, no permite una corrección
adecuada.
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