La vinculación entre fecha de caducidad y desperdicio de
alimentos comienza a estar presente con más frecuencia en los debates alimentarios.
Recientemente la estrategia “Más
alimento, menos desperdicio” presentada por el ministro de Agricultura, Alimentación y Medio
Ambiente, Miguel Arias Cañete, que tiene como objetivo limitar las pérdidas y
el desperdicio de comida, ha vuelto a poner en la palestra esta cuestión.
En las conclusiones del último Barómetro del Clima de
Confianza del Sector Agroalimentario, el 59,2 por ciento de los españoles tira los
productos caducados frente a un 20,7 por ciento que los consume si no ha pasado
mucho tiempo desde que se ha cumplido la fecha de caducidad. Además, entre los productos cuya caducidad se
comprueba con más frecuencia se encuentran los lácteos (42,1 por ciento), las
carnes y los pescados (24,5
por ciento).
Sin embargo, parece
que en nuestro país las cosas van a ir cambiando aunque sea a golpe de ley. Por
ejemplo, en relación con la norma de calidad del yogur, Arias Cañete también
recordó la publicación durante la semana
pasada de un Real Decreto que deroga la especificidad exigida al etiquetado de este producto, en cuanto a la
indicación de su fecha límite de venta. Es decir, de fecha de caducidad se
pasará a fecha de consumo preferente. “Así, y cumpliendo con las reglas
horizontales de toda la UE, los operadores tienen ahora todas las
herramientas en la mano para delimitar las fechas de consumo preferente o de
caducidad, según corresponda, de sus artículos”, especificó el ministro.
La fecha de consumo
preferente se fija en función de las cualidades organolépticas (sabor,
olor…) del producto, e indican que pasado ese límite, si se ingiere no hay
riesgo para la salud pero no hay garantía de mantener las propiedades.
La fecha de caducidad se establece en función de la vida
útil del alimento, esto es, desde el punto de vista microbiológico. Así, a
partir de esa indicación no se puede consumir porque puede producir algún tipo
de toxiinfección en el consumidor. Sí hay riesgo para la salud y es, por tanto,
un tema de seguridad alimentaria.
Teniendo en cuenta la diferencia entre ambas
especificaciones es llamativo que se pueda pasar de un concepto a otro cuando
parece estar en juego la salud. Para establecer la vida útil de un alimento la
industria se encarga de realizar un estudio empírico que la justifique, pero
según cuenta Iván Nieto, director de desarrollo internacional Centro Nacional
de Tecnología y Seguridad Alimentaria (CNTA), generalmente se juega con unos
márgenes a la hora de delimitar el consumo de un producto. También afirma que
si se quiere prolongar la fecha de caducidad habría que implantar, por ejemplo,
técnicas de conservación más duraderas algo que a la larga puede afectar a la
calidad de los alimentos.
Claves de Mujer ha intentado contactar con la industria
láctea, pero aún no ha obtenido respuesta. Cuando así sea se expondrán sus
comentarios.
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