Ir al contenido principal

Mi primer viaje en autocaravana: toda una experiencia recomendable

 Claves de Mujer ha experimentado lo que es viajar en autocaravana por primera vez. Era un sueño ya deseado desde hace tiempo que se vio truncado precisamente a consecuencia de la pandemia. De hecho, el mismo año que surgió la COVID-19 y nos confinaron en nuestras casas había pagado una reserva de alquiler para emprender un viaje por Eslovenia con este tipo de vehículo. Evidentemente, ante la situación del momento lo tuve que cancelar y ahora, por fin, ha podido ser. La experiencia ha sido maravillosa, ha habido cosas buenas y malas, pero, sin duda, volvería a repetir. Esta vez el destino final ha sido Baviera (Alemania), aunque por el camino he ido descubriendo otros lugares no planificados. Estas son las impresiones de mi primer viaje en autocaravana. 

 Mi primer viaje en autocaravana

 

La sensación inicial al subirte a una autocaravana es que te sitúas en un plano superior al de un turismo y, por tanto, tu visión de la carretera y la percepción de la conducción cambian radicalmente. Conducirla no es difícil, pues es igual que cualquier coche o furgoneta, pero lo más complicado es maniobrar con ella. Esto podría ser uno de los inconvenientes iniciales, pero si se te da bien conducir y te gusta, con cuidado, irás haciéndote con sus dimensiones. Todo es cuestión de paciencia.

Los asientos son más grandes y si vas de copiloto podrás echarte unas buenas cabezadas, si eres de los que se duermen con facilidad en este medio de transporte (que es lo que me pasa a mí). Por lo demás, resulta muy cómoda.

Inicio del viaje en autocaravana


Partimos de Alcalá de Henares (Madrid), que es donde está la empresa de alquiler que escogimos y ese mismo día emprendimos el viaje haciendo una primera parada en Lérida. Encontramos un espacio para autocaravanas en un pueblo en la ruta que habíamos preparado. Era nuestra primera noche dentro de nuestra casa rodante y estábamos un poco nerviosos. No obstante, nos salió bien porque la zona estaba arbolada, ubicada a la salida del pueblo y había otras caravanas, así que parecía un lugar tranquilo y a la vez seguro. Así fue.

Para mí, lo mejor de todo de este sistema de viaje es el poder detenerte en cualquier momento y dormir en el lugar más idóneo que encuentres para ello. Y hago esta apreciación porque aunque tanto en España como en Europa, a día de hoy una autocaravana se puede aparcar en muchos sitios sin problemas, en otros no es posible y al mismo tiempo es recomendable buscar rincones que aporten cierta seguridad.

Una buena alternativa para saber qué parkings hay allí dónde te halles así como áreas específicas de autocaravanas es recurrir a alguna aplicación que te los localice. Actualmente, hay varias para ello. Esto es lo que hicimos nosotros que recurrimos a Park4night, aunque a veces tuvimos que seguir nuestro instinto o las indicaciones que había en el propio pueblo, ya que la aplicación no era del todo precisa.

En algunos casos, si quieres pernoctar con la autocaravana tienes que pagar una cantidad. No obstante, nosotros siempre encontramos sitios gratuitos para dormir en todos los sitios en los que nos detuvimos. Todo depende de si buscas más o menos seguridad, que haya servicios, que no sean espacios ruidosos, con gente o no, etc. Al final, cada uno debe establecer sus propias preferencias. 

Castillo de Füssen.

Primer momento tenso


La siguiente parada fue ya en los Alpes franceses, en Chamonix. Aunque ya lo conocíamos, esta localidad, que alberga la cumbre más alta de esta cadena montañosa, el Mont Blanc (4.807 metros), tiene un encanto especial para nosotros y por ello queríamos volver a verlo. En este caso, dimos casi de casualidad con un pequeño parking donde afortunadamente había un hueco. Maniobrando y con mucho cuidado conseguimos aparcar y dormir rodeados de los montes alpinos.

Ya llevábamos unos cuantos kilómetros a nuestras espaldas (algo más de 1.400 kilómetros) y el cansancio empezó a hacer algo de mella en nuestros cuerpos. Sin embargo, había que llegar al destino final: Füssen (Alemania), a unos 560 kilómetros. En este trayecto lo peor de todo fue que Google Maps nos metió por Austria, pero eso no fue lo desagradable, evidentemente, sino la carretera que debimos atravesar. Era un asfalto de doble sentido extremadamente estrecho que tuvimos que recorrer pasándolo bastante mal.

Apenas cabían dos vehículos por lo que en el momento que nos encontrábamos con un coche de frente teníamos que detenernos o pasar muy despacio con el riesgo de salirnos del borde y darnos con alguno de los bolardos que había a cada metro en una hilera amenazante y francamente molesta, pues eso dificultaba el poder apartarse a un lado. Fueron unos cuatro kilómetros de sudores y de respiraciones entrecortadas, pero al final los superamos con éxito. ¡Qué alivio cuando dejamos atrás aquel infierno! Y además, nos quedamos con la duda de si a la vuelta pasaríamos de nuevo por el mismo suplicio. Luego te lo cuento… 

Viajar en autocarvana
Vista del castillo de Neuschwanstein desde el lago Alpsee.

Destino alcanzado


En Füssen, nuestro destino inicial de llegada, tuvimos suerte pues nos topamos con una explanada donde nos paramos a dormir sin problemas (había camiones y otras autocaravanas y similares). Es cierto que nos aconteció una singularidad. Por la noche, una grúa trajo una furgoneta Volkswagen pequeña que pusieron a nuestra vera y en la que viajaban cuatro rumanos (o eso nos pareció). Eran tres hombres y una mujer. No les entendíamos nada, pero intuimos que la furgoneta les había dejado tirados de la forma más inesperada e inoportuna, de hecho la chica lloraba desconsoladamente. Después de reorganizar el interior del vehículo, eso sí tras un buen rato, ella se marchó y ellos se quedaron a dormir dentro, yo creo que bastante apretados la verdad, pues su medio de transporte no era especialmente grande.

Ahí quedó todo. Por la mañana, nos fuimos temprano y ellos seguían en el interior sumidos en sus sueños o al menos eso parecía.

Füssen se considera el último pueblo de la llamada ruta romántica de Baviera, que es la que finalmente hicimos desde Claves de Mujer. El día que llegamos pudimos pasear tranquilamente por el pueblo y conocer su castillo alto, antigua residencia de los obispos de Ausburgo.

Al día siguiente visitamos el castillo de Neuschwanstein obra de Luis II de Baviera, apodado como el “rey loco”. Pero, después de ver esta belleza arquitectónica, que fue en la que se inspiró Walt Disney para diseñar su castillo de ensueño, dudo que este monarca estuviera loco. Si lees su historia verás que más bien fue alguien diferente y que no estaba muy conforme con el tipo de vida que le tocó vivir.

El sitio es espectacular, entre otras cosas por el paisaje que lo rodea: el desfiladero de Pöllat en los Alpes Bávaros. Además, al lado se encuentra el lago Alpsee y aprovechamos para montar en barca por él.

Aquí hay un parking para autocaravanas, y como llegamos pronto pudimos aparcar bien aunque dejan poco espacio entre cada una, y tanto salir como entrar, requirió de algo de maniobras. Menos mal que hay encargados que te dan indicaciones y que te ayudan… Ahí lo pasamos un poco mal, pero al final pudimos salvar el tipo y no hicimos ni un solo desperfecto a la caravana. 


Después seguimos visitando más pueblos en los siguientes días. Como Landsberg am Lech, con una curiosa cascada en su río, y en el que nos tomamos algunas cervezas. Luego vimos el pueblo medieval de Rothenburg ob der Tauber (“Fortaleza Roja sobre el Tauber”), que se conserva muy bien y que posee numerosas tiendas con escaparates llamativos y únicos. Destaca su gran muralla, que mide más de dos kilómetros y la puedes recorrer andando sobre una pasarela de piedra protegida por una baranda de madera.

En Munich aparcamos en una calle que estaba a unos cuatro kilómetros del centro, de modo que nos dimos una buena caminata hasta llegar al centro de la ciudad, pero hay posibilidad de coger autobuses. Vimos la mítica Marienplatz y un marcadillo de alimentos y gastronomía que había por la zona. 

Viaje por Alemania
Munich.

Paseamos también por otro bello pueblo medieval de la ruta llamado Schwäbisch Hall y en el pueblo de Pottenstein nos topamos con un parking en el que había que pagar ocho euros por pernoctar, así que decidimos ver si había otras alternativas. Al final, después de dar muchas vueltas seguimos las indicaciones de un área para autocaravanas que resultó estar a cinco kilómetros de este municipio. Lo encontramos de casualidad porque estaba muy mal indicado, pero resultó ser una zona muy tranquila con parcelas para estacionar al lado de una granja en la que había más vehículos aparcados, de modo que pudimos tomarnos unas cervezas alemanas tranquilamente en nuestra parcela, disfrutando del cielo estrellado de la Baviera alemana.

Luego ya empezamos a bajar y descubrimos Dinkelsbühl, otra ciudad medieval conservada íntegramente rodeada por una muralla que consta de 18 torres. 

 


Seguimos nuestro descenso dirigiéndonos de nuevo a Füssen para ver su cascada Lechfall, creada por la mano del hombre con la intención de hacer que la región fuera más accesible y prosperara económicamente. Este sitio hace frontera con Austria y nos acercamos andando para pisar el suelo de otro país más, aunque ya la habíamos hecho previamente pero solo en la autocaravana en la angosta carretera, que sí de nuevo volvimos a coger a la vuelta, no obstante, eso sí, con menos miedo. Esta parte de Austria que curioseamos es del Tirol y comprende parte de los Alpes austriacos.

Nuestro periplo continuó en descenso en dirección a España, pero antes pernoctamos en Suiza, en un parking algo solitario enfrente de un río ubicado en una pequeña población. Luego nos detuvimos en la ciudad alpina francesa de Annecy y su lago precioso en el que pude echar unos largos. Estaba hasta arriba de gente. Aquí encontramos un pequeño parking al borde de un bosque y dormidos rodeados de otros viajeros (franceses e italianos) con todo tipo de vehículos, en especial, furgonetas camperizadas que nos llamaron poderosamente la atención por la capacidad para adaptar espacios tan pequeños y crear casas a cuestas minimalistas.

Nimes, una sorpresa y el reencuentro con Llessui


La siguiente parada fue una sorpresa, pues al indagar dónde podíamos descansar descubrimos Nimes y su magnífico anfiteatro. A pesar de que ese día llovía justo cuando llegamos después de comer dejó de hacerlo y pudimos disfrutar de esta excepcional obra arquitectónica de los romanos


El último destino que escogimos para dormir en la autocaravana que alquilamos fue Llessui, un pequeño pueblo de los Pirineos leridanos. Este rincón lo descubrimos hace casi 20 años y nos impresionó por su naturaleza, las montañas calladas y yermas que lo rodean, y su sencillez. Para Claves de Mujer este enclave tiene un encanto especial y es por ello que si tengo ocasión vuelvo a él. Esta ya ha sido la tercera.

Aquí como colofón a esta experiencia viajera nos dimos una cena de homenaje, comiendo embutidos leridanos junto a excelente carne de ternera a la brasa en el restaurante Casa Kiko. La comida estuvo muy bien y el trato fue estupendo. El chef y los camareros resultaron ser muy agradables.

Al día siguiente, emprendimos el regreso a nuestro hogar. 

 Llessui en autocaravana Montañas de Llessui.

Conclusiones


Para mí, la posibilidad de detenerte en el momento que desees sin tener que pensar en dónde vas a pasar la noche resulta una de las características más atractivas de viajar en autocaravana. Igualmente, puedes ir avanzando y parar cuando quieras, descubriendo aquello que de forma inesperada surge en el camino. En este tipo de viajes siempre te encuentras con algún pueblo, monumento o ruta que probablemente no has planificado. Y si puedes, seguro que te acercas a conocerlo.

En cuanto a los inconvenientes, aparte de que a veces resulta complicado maniobrar con el vehículo o aparcar en determinados sitios, deshacerse de las aguas grises y negras implica en ocasiones una auténtica odisea. Las primeras (que son las de la ducha y el fregadero) se han de vaciar en las áreas habilitadas para ello y a veces es complicado encontrarlas, sobre todo en España, porque en el resto de Europa, al menos Francia y Alemania, suele haber más. Las negras se refieren a nuestros desechos fisiológicos y se depositan bajo el inodoro en el llamado “poti”. Este es un recipiente que contiene una mezcla de agua y un ácido, y que una vez lleno se ha de vaciar o bien donde las aguas grises o en una alcantarilla o similar. 

Primer viaje en autocaravana

Schwäbisch Hall, pueblo de la ruta romántica de Alemania.

Es cierto que al principio, cuando eres primerizo, estos detalles te asustan un poco, sin embargo una vez que lo haces un par de veces, todo se torna más sencillo. Eso mismo es lo que nos pasó a nosotros. Lo más estresante es el vaciado de aguas grises, pero como dato positivo decir por ejemplo que en algunas gasolineras o áreas de servicios de las autopistas francesas, hay espacios habilitados para ello. Y si no acabas topándote con alguno de ellos.

Quitando estas pequeñas salvedades, la conclusión final es que viajar en una autocaravana ha sido una experiencia única. Si te amoldas a todo tipo de circunstancias, te gusta la naturaleza y la comodidad que te puede ofrecer un hotel no es una de tus prioridades a la hora de emprender un viaje, entonces te recomiendo que pruebes alguna vez esta forma de conocer mundo.

Hay muchas empresas de alquiler de autocaravanas y los precios son muy variados, por lo que te aconsejo que compares y mires con cuidado antes de decantarte por una opción. Una apreciación más: si lo tienes claro, reserva con tiempo, en especial si eliges temporada alta. Yo, en esta ocasión, lo dejé para el último momento y casi me quedo sin viaje. Finalmente, encontré una alternativa que me pareció razonable y se amoldaba a mi bolsillo.

Comentarios