El Parque Arqueológico de Carranque (Toledo) alberga una villa señorial del periodo altoimperial romano (no se conoce la fecha exacta) y un edificio palacial del siglo IV después de Cristo, que posteriormente tuvo varios usos durante la época visigoda, islámica y medieval. Claves de Mujer ha podido conocer in situ este curioso enclave. Te contamos algunas singularidades del mismo.
Lo primero que debes saber es que para acceder al Parque Arqueológico de Carranque, has de atravesar el pueblo del mismo nombre y seguir las indicaciones hasta tomar una carretera de unos cinco kilómetros. Se trata de un “camino rural” medianamente asfaltado, de doble sentido y en un estado de conservación cuestionable. Esta apreciación la hago porque la vegetación de los bordes se encuentra algo descuidada e invade en ocasiones el asfalto. Las señales están descoloridas y en general el aspecto es de cierto abandono, aunque a pesar de estas salvedades se circula bien.
El parking se sitúa en el margen izquierdo y te lo encuentras de forma inesperada. Una vez aparcas hay unas rampas de acceso que te llevan hacia un puente que cruza el río Guadarrama. Tras andar unos metros enseguida llegas al centro de interpretación donde deberás enseñar la entrada.
Entrada al recinto
A día de hoy la entrada es gratuita. Esto es así a raíz de la pandemia, pues según me contó la guía antes de la crisis sanitaria se cobraba 5 euros la visita libre y 7 euros la guiada. Probablemente, esta situación cambiará con el tiempo y se vuelva a cobrar. La guía cree que será así. De momento, en la página web del Parque es especifica que es gratuita hasta junio de 2023. Ahora bien, te recomiendo que reserves con tiempo, pues una vez pasado el verano no suele haber plazas libres los fines de semana. En la actualidad, todas las visitas son guiadas.
El trayecto dura alrededor de una hora y media. Si vas en verano es mejor que te lleves un sombrero o similar y agua, porque en el primer tramo no hay ni una sola sombra y el Lorenzo pega de lo lindo en estas tierras.
En primer lugar, se recorre el edificio palacial que está a la intemperie y pertenece a la época tardorromana. Parece ser que a finales del siglo IV d.c. la vida del asentamiento se trasladó a esta zona y de ahí el sentido de esta construcción. De esta parte, destaca que el diseño arquitectónico refleja a la perfección la escenificación de poder de los señores adinerados de Roma y cómo pretendían emular de este modo el esplendor y la suntuosidad de la corte del Imperio.
Tal y como contó la guía en este punto y que también se puede leer en la web de turismo de la Junta de Castilla La Mancha, uno de los aspectos más llamativos de esta edificación es su decoración marmórea interior. Una muestra de ello son el par de columnas que aún se mantienen en pie y cuyo mineral se obtuvo de las canteras de Afyon, en el interior de Anatolia (Turquía). Estas son solo un reflejo de las más de cuarenta variedades de mármol con las que se decoró las habitaciones de esta construcción y que procedían de las canteras más relevantes del Mediterráneo: Anatolia, Egipto, Grecia, Túnez y Península Ibérica.
Después, en la época visigoda se transformó en una iglesia y se rodeó de una gran necrópolis como se aprecia claramente en el más de un centenar de tumbas que hay a su alrededor. Durante la época islámica también tuvo su uso y en el medievo cristiano se creó la iglesia de Santa María. Posteriormente se levantó una pequeña ermita, la de Santa María de Abajo, que se mantuvo en pie hasta inicios del siglo XX. Esta fue demolida por los lugareños porque acudían muchos niños a jugar y lo consideraban un lugar peligroso. A día de hoy, solo queda parte de uno de sus muros.
La villa
A continuación se realiza un recorrido por la villa romana, donde se encuentran los mosaicos, y que está protegida bajo una estructura de hierro a la que se accede a través de un gran portón.
Dentro hay una pasarela que la recorre. La guía va contando el detalle de cada sala y su correspondiente mosaico a medida que se avanza por la pasarela.
Resumidamente se trata de una vivienda bastante amplia que se construyó en una única planta y que sigue los modelos de las casas señoriales romanas. Estas disponían de un espacio ajardinado central, el peristilo, rodeado de generosos corredores pavimentados también con mosaicos y al que, como fuente de luz y aire fresco, se abren la mayor parte de habitaciones de la residencia.
Los mosaicos de Carranque
Los mosaicos se descubrieron en julio de 1983, estaban a solo 30 centímetros de la superficie, algo muy peculiar según relató la guía, pues este tipo de yacimientos se suelen encontrar a mayor profundidad. En general, su estado de conservación es bueno y recientemente se han restaurado. A lo largo de la visita, se explican el significado y sentido de cada uno de ellos, que recogen desde la escenificación de diversos episodios mitológicos hasta simples formas geométricas o vegetales. Por ejemplo, podrás ver el mosaico de la Metamorfosis, el de la muerte de Adonis o el de Briseida y Aquiles.
A mí me llamó la atención la representación del dios de las aguas, Océano, que aparece rodeado de animales, y que se halla en el centro de la villa.
Como curiosidad, cabe mencionar que esta casa señorial se encuentra levemente inclinada, pero no es un error arquitectónico. Este desnivel permitía que el suelo quedara cubierto con una leve capa de agua que hacía resaltar el colorido de los mosaicos. También se creaba un efecto visual que provocaba pequeños movimientos en sus figuras. Algunas de las teselas estaban construidas con pasta vítrea, de modo que cuando se humedecían sus tonalidades adquirían un brillo especialmente intenso.
Aquí acaba el recorrido, un paseo por la historia de Roma muy interesante. Por último, un apunte: una de las mejores épocas para visitarlo es en otoño, por el colorido de los árboles que rodean el entorno y las aves que merodean la zona (recomendación de la guía).
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