El duro y largo camino de Katalin Karikó hasta llegar a las vacunas contra la Covid-19 y el Premio Nobel
La historia vital de la científica Katalin Karikó, ganadora del Nobel de Medicina por la investigación que hizo posible las vacunas ARNm contra la Covid-19, no ha sido precisamente un camino de rosas. Para llegar a este reconocimiento tuvo que lidiar en muchos frentes. Ahora, su vida se recoge en una bibliografía titulada Rompiendo barreras (GeoPlaneta Ciencia).
La vida de Katalin Karikó
Katalin Karikó creció en una casa de adobe sin agua corriente, donde su familia cultivaba sus propias verduras, y su padre era un humilde carnicero en la Hungría comunista de posguerra. Fascinada ante las maravillas de la naturaleza, aquella niña se propuso convertirse en científica. Esa determinación finalmente la llevó a Estados Unidos, adonde llegó en 1985 con 1200 dólares escondidos en el peluche de su hija y el sueño de transformar la medicina.
Karikó trabajó en la sombra, luchó contra cucarachas en un laboratorio sin ventanas y se enfrentó a burlas e incluso amenazas de deportación de sus jefes y colegas. Nunca vaciló en el potencial de una molécula efímera y subestimada llamada ARN mensajero. Tres décadas después, la investigación de Karikó sobre el ARNm haría posibles las vacunas contra la Covid-19.
Rompiendo barreras, cuenta la historia de una mujer extraordinaria que trabajó sin descanso para ser reconocida en un ambiente movido por el prestigio, el dinero y el poder.
Constancia y trabajo
La científica relata sus orígenes humildes y el entorno en el que se crió: "Nuestro hogar era pequeño y modesto. Se construyó, literalmente, con el suelo que lo rodeaba: arcilla y paja, prensadas en muros de adobe encalados y cubiertos luego con un grueso techo de juncos. Los juncos, según recuerdo, se fueron deshaciendo bajo el sol”.
Esta forma de vivir formó parte de sus primeros años de vida, en donde la formación fue también clave. De esta etapa hace reflexiones muy interesantes: “No me considero especialmente inteligente […].Uno de mis compañeros de escuela primaria era capaz de recordar para siempre lo que escuchaba una sola vez. No era mi caso ni nunca lo ha sido. Pero, incluso de niña, entendí algo esencial: podía compensar con esfuerzo las habilidades naturales de las que carecía. Podía trabajar más duro, dedicar más horas, hacer más y hacerlo con más cuidado. Incluso en primer curso, y en segundo curso, trabajaba así de duro. Me esforzaba por hacer todo correctamente. Si no estaba bien, volvía a empezar. Trabajé. Trabajé. Trabajé. Y resulta que el cerebro es maleable. Lo que practicamos, lo fortalecemos. Practiqué de forma consciente para ser una estudiante excelente, como una aspirante a deportista que tratara de encestar la pelota. Y, como una atleta, mejoré. La escuela se volvió más fácil para mí. En tercer curso, me había metido tan de lleno en ella que mis notas eran perfectas y nunca retrocedí. Y debo decir que tampoco dejé de practicar”.
Incluso de niña, entendí algo esencial: podía compensar con esfuerzo las habilidades naturales de las que carecía.
En el laboratorio del ARNm
En el libro hay un relato más que llamativo sobre su trabajo en el laboratorio en el que trabajó para desarrollar la vacuna contra la Covid-19: “Nuestro laboratorio en el BRC tenía enormes ventanas y mucha luz. Estaba bien equipado y organizado, y se mantenía impecablemente limpio. Había esperado que los laboratorios en Estados Unidos fueran así. Pero, cuando entré en el de Suhadolnik esa primera mañana, me sorprendí. Este lugar se veía abandonado. Un poco sucio, incluso. Estoy hablando de cucarachas.
Levantaba una caja, o una bandeja de cultivo, o una pila de papeles, y allí estaban: insectos marrones y gordos correteando por el mostrador, huyendo de la luz. También había montones de equipos viejos y algunos no se habían usado durante décadas. Desde el principio, pregunté si podía hacer más espacio desechando algunos de los equipos que no se estaban utilizando. Me dijeron que no: podrían ser útiles algún día. Tal vez. Algún día. Mientras tanto, allí estaban, cubiertos de polvo.
Esto no iba a funcionar. El ARN, como bien sabía, necesitaba un ambiente impoluto. Limpiar un laboratorio no es ni de lejos tan divertido como construir uno desde cero, pero ¿qué podía hacer? Comencé a fregar. Esos primeros días fueron largos y agotadores. Todo era nuevo. Hablar inglés a todas horas requería mucha energía. A veces, Hungría parecía tan lejana que dolía”.
Katalin Karikó y Dr. Drew Weissman, Premio Nobel de Medicina 2023..
Ciencia y falsos mitos sobre las vacunas
Como científica la autora ofrece su propia interpretación de la ciencia: “La ciencia es como un rompecabezas de forma y escala infinitas, ensamblado por numerosas personas en todo el mundo. Tú, trabajando en una pequeña parte de ese rompecabezas, podrías pasar años buscando una pieza particular que puedas encajar. Cuando al fin la encuentras (¡Ajá, encaja!), no solo completas una parte del rompecabezas, sino que también creas nuevas formas de hacer crecer ese rompecabezas”.
Por supuesto, habla también del desarrollo de la vacuna contra la Covid-19 y de cómo vivió esos momentos. Y también de ese movimiento contrario a este tipo de medicamentos que surgió en aquel momento: “La gente había leído cosas sobre las vacunas que les asustaban: «Las vacunas alteran tu ADN», «Las vacunas te dan COVID-19», «La vacuna se produjo demasiado rápido», «Las vacunas causan infertilidad a las personas», «Las vacunas alteran el ciclo menstrual». Gran parte de lo que se escribía era falso.
Los cambios son temporales, un signo de que tu sistema inmunitario está funcionando.Las vacunas no alteran tu ADN, por supuesto; ni siquiera se acercan a él. Esa es la ventaja del ARN mensajero. De vez en cuando, sin embargo, veía falsedades basadas en un ápice de verdad. Por ejemplo, cualquier cosa que provoque una activación inmunitaria puede alterar temporalmente el ciclo menstrual. Cuando se usaron las primeras vacunas hace cien años, este fenómeno también se observó y se publicó. Los cambios son temporales, un signo de que tu sistema inmunitario está funcionando. No son peligrosos y, antes de lo que piensas, todo vuelve a la normalidad”.
Sobre Katalin Karikó
Bioquímica húngaro-estadounidense especializada en mecanismos mediados por el ARN y profesora adjunta de Neurocirugía en la Universidad de Pensilvania. Su investigación junto a Drew Weissman ha sido fundamental en el desarrollo de las vacunas de ARN mensajero de Pfizer-BioNTech y Moderna. Ambos fuerongalardonados con el premio Nobel de Medicina del 2023.
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