María Pérez (fisioterapeuta): "Muchas mujeres sienten vergüenza, culpa o rabia cuando tienen problemas de suelo pélvico"
María Pérez, fisioterapeuta experta en suelo pélvico y creadora de La Pelvis Revolution, colaboradora de la marca Intimina, resuelve en esta entrevista las dudas más frecuentes de las mujeres que poseen problemas de suelo pélvico.
¿Cómo afectan los problemas de suelo pélvico a la salud emocional de las mujeres?
Muchísimo. La mayoría de mujeres que llegan a mis programas no vienen solo por “un escape” o “una sensación de bola o tampón mal puesto en la vagina”, sino por lo que eso les impide hacer: correr detrás de sus hijos, bailar, tener relaciones con tranquilidad, o simplemente estar relajadas en su día a día.
Y ese malestar se mete en todo. En la autoestima, en la intimidad, en cómo se perciben. Muchas sienten vergüenza, culpa, rabia… Y no es que “estén exagerando”, es que nadie les había contado antes que eso tenía solución.
Depende. No es que el CrossFit o el running sean peligrosos en sí mismos, sino que requieren una buena base y preparación para incluir al suelo pélvico. Cuando hay una mala gestión de la presión abdominal los impactos repetidos, los saltos o los levantamientos de peso pueden revelar una falta de preparación y de adaptación del suelo pélvico a estas actividades.
Entre los ejercicios que más pueden afectar están:
¿Existe relación entre la alimentación y la salud del suelo pélvico?
Totalmente.
La alimentación influye en muchos procesos del cuerpo, y el suelo pélvico no es una excepción. Todo lo que afecte al sistema digestivo, a la inflamación o al equilibrio hormonal puede repercutir directamente en la zona pélvica.
Por ejemplo, problemas como el estreñimiento crónico pueden generar más presión sobre el periné, y una dieta poco equilibrada puede favorecer la retención de líquidos o la inflamación abdominal. Además, ciertos alimentos pueden influir en el estado de los tejidos y en la forma en que gestionamos el estrés.
¿A qué edad suelen surgir estos problemas?
No hay una edad concreta para que el suelo pélvico diga "¡Ey, aquí estoy, a dar guerra!".
Esto puede pasar en cualquier momento de la vida. Lo importante no es cumplir años, sino el combo de contexto y hábitos que llevamos arrastrando. Por eso, en vez de esperar a que el periné empiece a quejarse a gritos, mejor escuchar las señales desde el principio y no dejarlo para cuando ya estamos de agua al cuello.
Eso sí, hay etapas en las que ciertas cosas se dan más:
Pero ojo: aunque la edad pueda influir, hay muchos otros factores que pueden descolocar el sistema pélvico: el sedentarismo, el estrés crónico, el deporte a lo loco o incluso alguna que otra cirugía. Vamos, que no es solo cuestión de cumplir años, sino de cómo cuidamos el cuerpo.
¿Existen ejercicios efectivos? ¿Cuáles son los más recomendados?
Los Kegel son el clásico, el básico y el que más evidencia científica tiene para fortalecer el suelo pélvico y solucionar problemas como la incontinencia urinaria y ciertos tipos de prolapso. Básicamente, se trata de contraer y soltar, como si estuvieras apretando para retener las ganas de hacer pis.
Eso sí, hacerlo bien no es tan fácil como parece. No basta con apretar y rezar porque funcione. Es fundamental saber si realmente son los ejercicios adecuados para cada mujer y, además, hacerlos bien.
Pero, y aquí viene el giro de guion, los Kegel no son el remedio para todo. No siempre el suelo pélvico necesita fuerza bruta. A veces está más tenso que una cuerda de guitarra y lo que necesita es relajar y coordinarse mejor con el resto del cuerpo. Así que, en esos casos, hay que pensar en otras opciones.
¿Cuándo sería necesario recurrir a una cirugía?
La cirugía es para casos serios de verdad. No es lo primero que se hace, ni de lejos. Solo se plantea cuando ya has probado de todo y el problema sigue ahí, dándote la tabarra.
Por ejemplo, si tienes incontinencia urinaria severa y ya has hecho fisioterapia, has probado mil ejercicios y nada ha funcionado, puede ser que la uretra haya perdido el soporte necesario para hacer su trabajo, y ahí no queda otra que echarle un cable (literalmente).
Pero vamos, que esto es el plan B (o C o D). La cirugía no debería ser la primera opción. Antes de llegar a eso, hay que intentar todas las opciones menos invasivas.
Y algo que siempre digo: el trabajo en equipo es clave. Que ginecólogos, urólogos y fisios trabajemos juntos debería ser lo normal, no la excepción. Si cada uno va a su bola, la que paga el pato es la paciente. Así que lo suyo es tener claro cuándo derivar y no tirar de bisturí a la primera de cambio
Muchísimo. La mayoría de mujeres que llegan a mis programas no vienen solo por “un escape” o “una sensación de bola o tampón mal puesto en la vagina”, sino por lo que eso les impide hacer: correr detrás de sus hijos, bailar, tener relaciones con tranquilidad, o simplemente estar relajadas en su día a día.
Y ese malestar se mete en todo. En la autoestima, en la intimidad, en cómo se perciben. Muchas sienten vergüenza, culpa, rabia… Y no es que “estén exagerando”, es que nadie les había contado antes que eso tenía solución.
La mayoría de mujeres que llegan a mis programas no vienen solo por 'un escape'.¿Es cierto que los deportes de impacto como el CrossFit o el running afectan al suelo pélvico?
Depende. No es que el CrossFit o el running sean peligrosos en sí mismos, sino que requieren una buena base y preparación para incluir al suelo pélvico. Cuando hay una mala gestión de la presión abdominal los impactos repetidos, los saltos o los levantamientos de peso pueden revelar una falta de preparación y de adaptación del suelo pélvico a estas actividades.
Entre los ejercicios que más pueden afectar están:
- Saltos repetidos (como el jumping jack o el salto a la comba).
- Cargas pesadas mal gestionadas, especialmente en levantamientos explosivos.
- Movimientos que implican un esfuerzo máximo con alta fatiga, como rutinas por tiempo o carreras a alta intensidad.
¿Existe relación entre la alimentación y la salud del suelo pélvico?
Totalmente.
La alimentación influye en muchos procesos del cuerpo, y el suelo pélvico no es una excepción. Todo lo que afecte al sistema digestivo, a la inflamación o al equilibrio hormonal puede repercutir directamente en la zona pélvica.
Por ejemplo, problemas como el estreñimiento crónico pueden generar más presión sobre el periné, y una dieta poco equilibrada puede favorecer la retención de líquidos o la inflamación abdominal. Además, ciertos alimentos pueden influir en el estado de los tejidos y en la forma en que gestionamos el estrés.
Uno de los cambios que más impacto tuvo en mi calidad de vida fue, sin duda, la alimentación.
Te lo digo también desde lo personal, en mi proceso con la endometriosis. Uno de los cambios que más impacto tuvo en mi calidad de vida fue, sin duda, la alimentación. Mejoró mi energía, mis digestiones, el dolor y, por supuesto, la forma en que mi cuerpo, incluido el suelo pélvico, respondía al movimiento, al descanso y al estrés.
Al final, cuidar lo que comemos no es solo cuestión de salud general, sino también de bienestar pélvico.
¿Afectan el estrés, el bruxismo o las tensiones mandibulares a la salud del suelo pélvico?
Definitivamente sí.
El cuerpo es un todo: lo que sentimos a nivel emocional acaba reflejándose físicamente, y viceversa.
Cuando estamos bajo estrés, tensión o ansiedad, solemos apretar inconscientemente: los hombros suben, la mandíbula se tensa, el abdomen se contrae y el suelo pélvico no es una excepción.
Muchas veces, el problema no está en que falte fuerza, sino en que nos quedamos en un estado de defensa y tensión. Es como si el cuerpo estuviera en modo alerta, preparado para reaccionar, pero sin llegar a relajarse del todo.
En estos casos, el tratamiento no pasa solo por fortalecer, sino por enseñar a relajar y soltar. Aprender a notar cuándo estamos acumulando tensión y permitir al cuerpo volver a su estado de equilibrio.
Herramientas que faciliten la relajación o el autocuidado pueden marcar la diferencia, ya que nos permiten reconectar con el cuerpo de manera consciente y calmada, en lugar de forzar o exigir.
Al final, cuidar lo que comemos no es solo cuestión de salud general, sino también de bienestar pélvico.
¿Afectan el estrés, el bruxismo o las tensiones mandibulares a la salud del suelo pélvico?
Definitivamente sí.
El cuerpo es un todo: lo que sentimos a nivel emocional acaba reflejándose físicamente, y viceversa.
Cuando estamos bajo estrés, tensión o ansiedad, solemos apretar inconscientemente: los hombros suben, la mandíbula se tensa, el abdomen se contrae y el suelo pélvico no es una excepción.
Muchas veces, el problema no está en que falte fuerza, sino en que nos quedamos en un estado de defensa y tensión. Es como si el cuerpo estuviera en modo alerta, preparado para reaccionar, pero sin llegar a relajarse del todo.
En estos casos, el tratamiento no pasa solo por fortalecer, sino por enseñar a relajar y soltar. Aprender a notar cuándo estamos acumulando tensión y permitir al cuerpo volver a su estado de equilibrio.
Herramientas que faciliten la relajación o el autocuidado pueden marcar la diferencia, ya que nos permiten reconectar con el cuerpo de manera consciente y calmada, en lugar de forzar o exigir.
¿A qué edad suelen surgir estos problemas?
No hay una edad concreta para que el suelo pélvico diga "¡Ey, aquí estoy, a dar guerra!".
Esto puede pasar en cualquier momento de la vida. Lo importante no es cumplir años, sino el combo de contexto y hábitos que llevamos arrastrando. Por eso, en vez de esperar a que el periné empiece a quejarse a gritos, mejor escuchar las señales desde el principio y no dejarlo para cuando ya estamos de agua al cuello.
Eso sí, hay etapas en las que ciertas cosas se dan más:
- Incontinencia urinaria: Entre los 30 y 50 años, unas 4 de cada 10 mujeres pueden tener alguna pérdida de pis. Y si ya pasamos de los 60, el número sube a casi 6 de cada 10. Vamos, que no es ninguna rareza.
- Dolor en las relaciones sexuales (dispareunia): Ocurre más en mujeres jóvenes o en el postparto. De hecho, en esta última etapa puede llegar al 36%.
- Existen algunos momentos clave en nuestra vida: embarazo, postparto y menopausia. Entre hormonas revolucionadas, cambios físicos y el cuerpo que parece tener vida propia, el suelo pélvico se lleva su parte de la fiesta.
Pero ojo: aunque la edad pueda influir, hay muchos otros factores que pueden descolocar el sistema pélvico: el sedentarismo, el estrés crónico, el deporte a lo loco o incluso alguna que otra cirugía. Vamos, que no es solo cuestión de cumplir años, sino de cómo cuidamos el cuerpo.
¿Existen ejercicios efectivos? ¿Cuáles son los más recomendados?
Los Kegel son el clásico, el básico y el que más evidencia científica tiene para fortalecer el suelo pélvico y solucionar problemas como la incontinencia urinaria y ciertos tipos de prolapso. Básicamente, se trata de contraer y soltar, como si estuvieras apretando para retener las ganas de hacer pis.
Eso sí, hacerlo bien no es tan fácil como parece. No basta con apretar y rezar porque funcione. Es fundamental saber si realmente son los ejercicios adecuados para cada mujer y, además, hacerlos bien.
Pero, y aquí viene el giro de guion, los Kegel no son el remedio para todo. No siempre el suelo pélvico necesita fuerza bruta. A veces está más tenso que una cuerda de guitarra y lo que necesita es relajar y coordinarse mejor con el resto del cuerpo. Así que, en esos casos, hay que pensar en otras opciones.
¿Cuándo sería necesario recurrir a una cirugía?
La cirugía es para casos serios de verdad. No es lo primero que se hace, ni de lejos. Solo se plantea cuando ya has probado de todo y el problema sigue ahí, dándote la tabarra.
Por ejemplo, si tienes incontinencia urinaria severa y ya has hecho fisioterapia, has probado mil ejercicios y nada ha funcionado, puede ser que la uretra haya perdido el soporte necesario para hacer su trabajo, y ahí no queda otra que echarle un cable (literalmente).
Pero vamos, que esto es el plan B (o C o D). La cirugía no debería ser la primera opción. Antes de llegar a eso, hay que intentar todas las opciones menos invasivas.
Y algo que siempre digo: el trabajo en equipo es clave. Que ginecólogos, urólogos y fisios trabajemos juntos debería ser lo normal, no la excepción. Si cada uno va a su bola, la que paga el pato es la paciente. Así que lo suyo es tener claro cuándo derivar y no tirar de bisturí a la primera de cambio
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