El comienzo
Cuentan que sus aguas han visto más de 150 naufragios y que
su topónimo no sólo se debe a sus costas pedregosas saneadas por un feroz
viento continuo, también tiene que ver esa creencia de los romanos de que aquel
era el punto en el que la navegación por el oeste ya no era posible y, por
tanto, la tierra finalizaba allí:
Finisterra.
Hablo de la Costa da Morte, un lugar repleto de leyendas de
navegantes, marineros, pescadores, de las gentes sencillas y trabajadoras que
allí habitan, y también de creencias religiosas donde el nombre del apóstol
Santiago se mezcla con el paganismo de los celtas.
Descubrir los rincones de este extremo de España es un
continuo sobresalto. La belleza de sus playas es un verdadero regalo a la
vista. Y por lo que he podido comprobar en mi reciente periplo por estas
tierras, la mayoría de ellas están muy cuidadas, especialmente porque es una
zona cuyo turismo no busca exclusivamente ir a las mismas y pasar allí las
horas muertas (exceptuando alguna zona que indico más adelante). De hecho, no
hay que ir con esa mentalidad, el Atlántico es como una placa de hielo y las
temperaturas, aún en verano, salvo las dos o tres olas de calor que afectan en
este periodo a la Península, son suaves, por lo que en ocasiones no apetece ni
siquiera tenderse sobre la blanca arena.
Puedes descubrir lo que guardan estas tierras en las
siguientes entradas:
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