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Cuevas de Sanabrio de Saceda del Río en Huete (Cuenca): otro ejemplo de explotación romana de 'lapis especularis'

En esta ocasión Claves de Mujer se ha adentrado en las cuevas de Sanabrio de Saceda del Río en Huete (Cuenca). Esta cavidad es solo una muestra de lo que significó la provincia de Cuenca para el imperio romano cuando la explotación del lapis specularis estaba en auge. Este mineral es un tipo de yeso selenítico que por el tamaño y la transparencia, se empleó para crear ventanas a modo de vidrio además de para otras aplicaciones. 

 Cuevas de Saceda del Río en Cuenca

 

La gran calidad del lapis specularis de la provincia conquense provocó que esta zona tuviera una época de gran esplendor. De hecho, aunque había otros lugares de extracción a lo largo del imperio romano, las minas más importantes estaban en Cuenca y de aquí se exportaban a otros puntos del vasto imperio.

Estas explotaciones se hallan sobre los terrenos de Edad Terciaria de la Cuenca de Loranca, en un espacio físico con 27 complejos mineros. En algunos de estos sus minas por centenares, y estaban extendidos a lo largo de tres regiones naturales de Castilla-La Mancha (Alcarria, Sierra y Mancha) de las provincias de Cuenca (al sur) y Toledo (al este), a lo largo de 6.000 kms2.  

El lapis specularis de Hispania se localizaba en una extensión de cien mil pasos romanos (147 kms.) alrededor de la ciudad de Segóbriga (Saelices, Cuenca). De hecho, esta ciudad romana debe su fortuna a ese mineral, tal y como se explica en la página web de turismo de Castilla La Mancha. 

Dos cuevas

El enclave de Sanabrio de Saceda del Río en Huete está formado por dos cuevas y las visitas son guiadas y con cita previa. La primera es la más llamativa pues tras realizar las primeras excavaciones los ingenieros comprobaron que no se podía usar para la extracción. Esto es así porque en esta la mayor parte del lapis specularis se encontraba amontonado en láminas finas y en forma de punta. Este material resulta muy delicado y para poder tratarlo adecuadamente era necesario sacarlo en bloques para después laminarlo y dejarlo listo para su aplicación. Por tanto, si no se podía extraer de este modo la mina perdía su utilidad.

Así pues, en este primer espacio lo que nos dejaron los romanos constituye una primera muestra de cómo era el inicio de una excavación de este mineral. El resultado se traduce en una cueva pequeña, pero llena de cristales puntiagudos brillantes que crean un conjunto llamativo. 

 Ceuva en Huete de Lapis especularis

La segunda cueva tiene 800 metros y tres niveles, pero solo se visita el primero. Aquí se aprecia claramente cómo era el sistema de extracción. El guía explica cómo los arquitectos iban indicando la forma en que tenían que excavar para crear un enclave seguro y que no se viniera abajo. De este modo, se creaban arcos de medio punto que soportaban el peso como si se tratara de un edificio cualquiera.

También había sistemas de ventilación para renovar el aire que ideaban por medio de agujeros que horadaban en la roca y que estaban interconectados. Estos servían a su vez para introducir o sacar materiales.

Estas minas tuvieron su esplendor durante el siglo II d.C., pero después cuando los romanos descubrieron el modo en el que laminar el vidrio ya dejaron de utilizarse. Esto provocó un declive en la región y muchos de los pueblos que surgieron desaparecieron o empezaron a abandonarse y por ende a sufrir un gran deterioro.

Actualmente las minas abiertas al público son todas de Cuenca: La Mora Encantada en Torrejoncillo del Rey, La Condenada y La Vidriosa en Osa de la Vega y Las Cuevas de Sanabrio  e Saceda del Rio en Huete.

Época altoimperial

La explotación de estos yacimientos se desarrolló fundamentalmente en época altoimperial romana, abandonándose las minas a lo largo del siglo II d.C. Desde esta época hasta nuestros días, no se realizaron trabajos extractivos en ellas, salvo quizá alguna explotación puntual y limitada. De este modo, los minados romanos se mantienen prácticamente intactos, tal como fueron abandonados, localizándose numerosos indicios y registros que permiten hoy en día interpretar el modo en que su laboreo se llevó a cabo.

Las minas localizadas son siempre subterráneas, generalmente con profundidades someras, que no suelen superar los 30 mts. medidos desde superficie. Las galerías son generalmente de sección reducida, con frecuencia menor de un metro cuadrado, aunque es muy habitual localizar cámaras que, en ocasiones, llegan a tener varios metros de altura. El acceso original a los minados se realizaba bien por pozos, o mediante socavones subhorizontales. No obstante, hoy en día, los accesos más frecuentes son los que se generan de forma natural por colapso de galerías o cámaras.

 

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