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Entrevista al escritor Guillermo Sánchez Martínez: “Los argumentos de mis libros han intentado penetrar en terrenos vedados para la mujer”

La expedición de Magallanes y Elcano cumple 500 años de su regreso. Este hecho fue el punto de partida para el desarrollo de la nueva novela del periodista y escritor sevillano Guillermo Sánchez Martínez, Lluvia de almendras (Algaida Editores). Sin embargo, él buscaba ofrecer otro punto de vista de este hecho histórico. Por ello, decidió ser original y centrarse en otra posible perspectiva: la de los habitantes de “las islas de las especias", que en la actualidad son las Islas Molucas, escenario en el que se desarrolla la novela. Para saber más acerca de esta visión Claves de Mujer ha entrevistado al autor. Y esto es lo que nos ha contado. 

 Entrevista al escritor Guillermo Sánchez Martínez:


En obra de Guillermo Sánchez se relata el enfrentamiento entre España y Portugal en la llamada “guerra de las antípodas”, uno de los episodios menos conocidos de la historia de la península ibérica.

La trama presenta el telón de fondo de la primera circunnavegación del mundo, encabezada por Fernando de Magallanes y culminada por Juan Sebastián de Elcano debido al fallecimiento del primero en Filipinas, en la batalla de Mactán. La expedición, que tenía como propósito abrir una ruta comercial con las Islas Molucas, escenario en el que se desarrolla la novela, regresó el día 6 de septiembre de 1522, hace ahora 500 años, a Sanlúcar de Barrameda, desde donde hubo de ser remolcada hasta Sevilla debido al deterioro de la barca. Finalmente, la travesía tocó a su fin el 8 de septiembre, cuando la ciudad hispalense vio llegar al único navío que quedaba de los cinco que partieron tres años antes.

¿Por qué decides ambientar tu libro en ese momento histórico?

Siempre me ha interesado explorar el comportamiento de la naturaleza humana en condiciones adversas y desde luego, el juego y el papel del destino en los hombres. La primera vuelta al mundo sigue siendo la aventura más atrevida y emprendedora que haya realizado el ser humano. Ni siquiera puede compararse, por ejemplo, con el riesgo medido de los astronautas en las expediciones espaciales. Decidí ser original en la elección del punto de vista. Me pareció que el objetivo de esos hombres no fue dar la vuelta al mundo, sino llegar a la isla de las especias, y elegí el punto de vista de los habitantes de las Molucas. Y luego está el punto de partida de la narración. Lisboa y Sevilla eran las ciudades del siglo XVI en las que los sueños de los hombres podían hacerse realidad y elegí que mis protagonistas de ficción partieran de Lisboa, la gran rival de Sevilla, tal porque yo soy sevillano, jaja...

¿Qué complejidades se presentan al escribir una novela histórica?

Ya el novelista Juan Valera, uno de los precursores del género de la novela histórica en España, hablaba de "precisión arqueológica", de la exigencia de minuciosidad, de la necesidad de mil estudios previos. La principal dificultad reside en conocer todos esos detalles inamovibles de la historia y luego moverte con respeto a los hechos en esa tensión que se crea entre lo imaginaria y lo histórico, entre la leyenda y la realidad. Como novelista intento contar historias verosímiles.

En cierto sentido sigo la tesis de Carmen Martín Gaite, "lo que está bien contado es verdad, lo que no, mentira. Como periodista nunca me planteo la verosimilitud, sino la fiabilidad de mi fuente, que el hecho sea comprobable, pero el periodismo y la literatura comparten la misma esencia, lo insólito y la alteridad, es decir, contemplar distintos puntos de vista.
 

Guillermo Sánchez Martínez con Lluvia de almendras

Como escritor, ¿por qué piensas que las mujeres en general leemos más que los hombres?

Yo creo que la mujer es más curiosa, más inquieta y siente más interés por conocer... Además, la mujer es mucho mejor que el hombre a la hora de maximizar su tiempo y crear su propio espacio. Lo que estaría bien es que, de acuerdo con esa realidad que reflejan los barómetros de opinión, en los últimos tiempos y en todos los países del mundo, la mujer deje de tratarse como a una consumidora y también pueda acceder a los puestos de mando de las editoriales y las novelistas, a los primeros puestos de las listas de novelas más leídas.

¿Cómo suelen ser las protagonistas femeninas en las novelas históricas?

Lo cierto es que no hay nada nuevo bajo el sol. En la inspiradora mitología griega, Helena de Troya causa una guerra por su belleza, pero se pasa los días y las noches en la torre de su palacio tejiendo y destejiendo sus desdichas. Siempre ha resultado difícil encajar los papeles de la mujer en las novelas de aventuras desde la Odisea. Existe un arquetipo maldito que las hace bellas, cautivadoras y pasivas en las navegaciones y las guerras y solo útiles, desde el punto de vista de la acción, para representar intrigas de palacio.

Lluvia de almendras portada

¿Qué nos puedes contar de la protagonista de tu obra la princesa nativa Maluquia?

Lluvia de almendras se desarrolla en el punto de encuentro de las expediciones marítimas de España y Portugal a las islas de las Especias. Las reglas de la verosimilitud que se exigen a cualquier novela histórica impiden la representación de un papel femenino que pudiera partir de Sevilla o Lisboa, los puertos más activos y rivales del siglo XVI. He leído en “Claves de mujer” una interesante entrevista sobre la novela Hija del mar, de Alicia Vallina, que no encontró rastro histórico de un personaje real como Ana María de Soto Alhama, la mujer que se alistó en la Marina española en 1793 disfrazada de hombre… Pues imagínete en el siglo XVI.

Mis posibilidades se reducían considerablemente, pero entonces irrumpió en la escena un fabuloso personaje de ficción, una princesa nativa, Moluquia. Carmen, mi esposa, que es mi lectora cero, me ayudó a dar realce a su papel en la novela. Moluquia es una princesa de la Corte de Almanzor en la isla de Tidore. No existió en la realidad, es un personaje de ficción, pero su personalidad está basada en relatos históricos recopilados por los principales historiadores de las Molucas, portugueses o españoles como Fernández Navarrete y Bartolomé Leonardo de Argensola… o en los más recientes trabajos de campo del antropólogo Bronislaw Malinowski a principio del siglo XX en “Los argonautas del Pacífico occidental”.

¿Qué es lo que más te llamó de la sociedad tribal que aparece en tu obra?


La sociedad tribal de las Molucas a la llegada de los portugueses y los españoles tenía muchos estratos. Me llamó la atención que a las esclavas de los reyes les quebraran el espinazo desde pequeñas y aun a riesgo de matarlas en ese intento, las convertían en jorobadas para que mostraran sin esfuerzo el respeto debido a los señores de la Corte, siempre con la cabeza inclinada y por debajo de la visión natural del Rey. La clase aristocrática era de religión musulmana porque eran musulmanas las civilizaciones cercanas y los príncipes que establecían acuerdos comerciales con las Molucas, pero existía libertad religiosa en otras clases sociales y en las tribus que dominaban el mercado del clavo en las montañas, que eran animistas, supersticiosas, chamánicas…Me interesó mucho saber que en aquella época todavía no se relacionaba el embarazo con la relación sexual y que aceptaran que los espíritus vagaran por el mar y aprovecharan los baños de las nativas para introducirse y reencarnarse. 

 

 ¿En qué se diferenciaba de la civilización occidental de la época?

Era una sociedad dominada por el hombre, pero más o menos como la civilización occidental que llegaba entonces a sus islas. Los castigos podían ser terribles, pero hacían distinciones entre los sexos. Un hombre podía ser castigado por ladrón con la ignominia. Le podían negar el saludo y el apellido, reducirlo a un personaje invisible… Pero si un hombre ponía en tela de juicio la fidelidad de su esposa, aún sin pruebas, su vida ya podía carecer de sentido; por eso se veían obligadas a quitarse la vida, lanzándose desde lo más alto de una palmera o de un barranco… Aquí reside parte del argumento de Lluvia de almendras y de la relación de Moluquia y Reinaldo Duarte, protagonista de la novela…

Allí se produjo un interesante choque entre la visión mística de los cristianos y la visión mítica de los nativos. La guerra de las Molucas o de las Antípodas, porque así llegaron a ser conocidas, forman parte de la rivalidad comercial de España y Portugal por controlar el comercio de las especias, pero encontraron un espacio perfecto en esa otra rivalidad dual y cosmogónica que sostenían las islas vecinas de Tidore y Ternate. Claro que los nativos pasaron de combatir con flechas envenenadas al cañonazo y las armas de fuego, que a sus ojos resultaban como truenos del infierno…

¿Cómo has tratado a los personajes femeninos en otras obras?

Los argumentos de mis libros han intentado penetrar en terrenos vedados para la mujer. En La levitación, una novela ambientada en el último proceso inquisitorial contra los iluminados en Sevilla, narro la historia de una congregación religiosa que existió en la realidad, la Congregación de la Granada, que no contaba con una presencia activa de la mujer. Mis personajes de ficción femeninos en La levitación son Catalina de Asís, una literata del siglo XVII que escribió una novela con seudónimo para no ser mal mirada por la sociedad de la época… O una actriz de comedias que tuvo que renunciar a su papel de madre en la vida por seguir su vocación en los escenarios. De hecho, la novela picaresca también margina a las niñas como protagonistas de aventuras en el siglo de oro de nuestra literatura… 

En mi ensayo sobre la historia de la Esperanza Macarena he rebuscado y ensalzado el papel de pioneras y hasta de heroínas de Carolina de Soto y Corro, la primera mujer que hizo una crónica periodística de la salida de la cofradía de la Esperanza Macarena en el siglo XIX o el rol de La Niña de los Peines como saetera en un palo del cante que dominaban los hombres o la valiente aventura protagonizada por la limpiadora Victoria Sánchez Contreras, que a riesgo de su propia vida guardó la imagen de la Macarena en su propia cama y consiguió salvarla de las quemas de las iglesias en 1932, en la época más violenta de la República.

 

 

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