La intolerancia a la lactosa provoca síntomas como dolor
abdominal, meteorismo, distensión abdominal o flatulencias. Cuando éstos
aparecen de forma sistemática muchas personas tienden a suprimir los lácteos de
su dieta porque alguien le ha comentado que seguramente sea intolerante a la
lactosa o porque simplemente lo sospeche tras haberlo leído u oído sin haberlo
si quiera consultado previamente con un experto. Sin embargo, ¿debemos adoptar esta medida por nuestra cuenta? Hemos preguntado a especialistas en este sentido.
Para aclarar a los lectores lo que puede suponer la
supresión de los lácteos en la dieta, el Dr. Casellas nos explica que la leche
y derivados deben ser un pilar de la alimentación porque se trata de un
conjunto de alimentos que por sus características nutricionales son los más
básicos, equilibrados y completos en composición de nutrientes.
Desde la Fundación Española del Aparato Digestivo (FEAD),
consideran que eliminar los lácteos por tener una simple sospecha puede ser
nocivo para la salud:
“Creemos que es muy
importante actuar contra el autodiagnóstico de la población que en muchas
ocasiones conlleva eliminar la ingesta de lácteos de la dieta de un modo innecesario y, por otro lado, facilitar que los médicos y los especialistas
tengan suficiente conocimiento de la enfermedad para diagnosticarla y tratarla
correctamente”, explica el doctor Federico Argüelles Arias, coordinador editorial
junto al doctor Francesc Casellas Jordá, del libro Puesta al día en común en la Intolerancia a la Lactosa, publicado
por la FEAD.
¿Qué nos aportan los lácteos?
Esto es lo que nos aportan los lácteos:
- Proteínas de alto valor biológico.
- Grasa.
- Lactosa.
- Minerales y vitaminas liposolubles.
- Constituyen una muy buena fuente de calcio y vitamina D necesarios para un correcto metabolismo óseo, en diferentes etapas de la vida
Además, los beneficios de la vitamina D van más allá de la
salud ósea” ya que es un inmunonutriente que participa en muchos procesos
metabólicos e inmunitarios de nuestro organismo. El consumo de lácteos también
tiene efectos beneficiosos en la disminución de las cifras de tensión arterial,
control del peso y prevención de la obesidad, de enfermedades cardiovasculares,
de diabetes mellitus tipo 2, del síndrome metabólico, y de algunos cánceres.”
¿Qué ocurre cuando somos intolerantes a la lactosa?
La lactosa es un azúcar que está presente en todas las
leches de los mamíferos. Por su parte, la lactasa es una enzima producida en el
intestino delgado, que permite la correcta absorción de lactosa. El déficit de
este enzima puede conllevar una malabsorción de este azúcar y la aparición de
síntomas digestivos, que es lo que se conoce como intolerancia a la lactosa.
La sintomatología de esta intolerancia: diarrea, dolor
abdominal, flatulencia, y/o distensión abdominal –hinchazón-, se produce por la
fermentación bacteriana en el colon de la lactosa no digerida, no es específica
de la enfermedad y es por ello que, en muchas ocasiones, el diagnóstico no se
alcanza o pasa desapercibido. Otros síntomas menos frecuentes son las náuseas o
el estreñimiento y una serie de síntomas sistémicos como cefalea o dolores
musculares y articulares que todavía no han sido bien definidos.
“Para identificar los potenciales pacientes intolerantes a
la lactosa de una forma fácil, basada en los síntomas, disponemos de una serie
de pruebas diagnósticas y escalas de cuantificación de la sintomatología,
diseñadas y validadas en castellano”, explica el Dr. Casellas. Entre las
pruebas diagnósticas que deben emplearse destacan las pruebas genéticas, la
biopsia intestinal, el Quick test, el Test de aliento de H2 , el Test
tolerancia a la lactosa y el Test de gaxilosa en orina.
Y una vez detectada esa intolerancia a la lactosa hay alternativas, de
hecho “en el mercado actual de lácteos y derivados sin lactosa así como de
lactasa en forma de comprimido, que disminuyen los riesgos y en algún caso
puede permitir consumir lactosa sin que aparezcan síntomas”, apunta el Dr.
Arguelles.
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