Fani García (divulgadora y bioquímica): "Solo cuando aprendí a relacionarme mejor con mis emociones mejoré mi salud digestiva"
Hoy en día seguimos creyendo que la digestión solo está basada en la alimentación o en los hábitos diarios, pero muchas veces se nos olvida la conexión que hay entre el intestino y el cerebro. Es decir, la relación que existe entre las digestiones y las emociones. Precisamente esto es lo que ha querido transmitir Fani García a través de su primer libro impreso que con el descriptivo título Es tu tripa la que grita (Ed. Urano), explica cuál es el camino para llevarnos bien con nuestro estómago, algo que ella consiguió tras seis años de tratamientos, pero también de estudio y formación.
Entrevista a Fani García
¿Cómo fueron esos seis años de conocimiento personal?
Fue un proceso en el que acabé con tres diagnósticos a nivel digestivo. Evidentemente, durante todo ese tiempo probé todo tipo de dietas, tratamientos tanto farmacológicos como naturales, y además tuve que modificar mi estilo de vida. Sin embargo, mis síntomas digestivos seguían ahí. Experimenté ciertas mejoras, pero mantenía las digestiones pesadas y mis crisis digestivas. Solamente cuando inicio todo el proceso y trabajo a nivel emocional y empiezo a tener en cuenta el sistema nervioso en la ecuación, es cuando comienzo realmente a recuperarme y a salir de ese bucle en el que estaba.
Conocer a fondo las relaciones entre el intestino y el cerebro, fue lo que me hizo crear mi propio camino.A parte de mi carrera como bioquímica me especialicé en microbiota y me formé como psiconeuroinmunóloga. Conocer a fondo las relaciones entre el intestino y el cerebro, fue lo que me hizo crear mi propio camino, y descubrí que tener en cuenta el aspecto emocional fue lo que me funcionó.
Sin embargo, supongo que no todas las patologías digestivas se solucionan controlando las emociones…
Es cierto que no todo es emocional, aunque desde mi punto de vista es una de las patas de la silla. Cuando tenemos un diagnóstico a nivel digestivo lo primero que buscamos es la química, el fármaco o el suplemento natural, cambiar la dieta o qué alimentos restringir, y nos quedamos ahí. No nos percatamos de las emociones, que es otra de las patas de la silla, pero no considero que sea la silla en sí.
Creo que en la salud digestiva hay muchas patas o puntos que tocar, y muchas personas se quedan con ese tratamiento farmacológico de por vida, tratando de restringir alimentos y generando una relación muy mala con la comida al cabo del tiempo, sin darse cuenta que muchas veces trabajando esa relación entre las emociones, las digestiones y el sistema nervioso, gran cantidad de estos trastornos pueden entrar en remisión, e incluso reducir la medicación e incluso dejar de tomarla en un momento dado.
Mi visión de la salud digestiva es integrativa.
Mi visión de la salud digestiva es integrativa, se trata de ver los factores que están interviniendo en su alteración, y la salud emocional es uno de ellos, sin embargo la dejamos para lo último.
¿Qué quiere decir que el estrés cronificado en el tiempo inflama?
El cuerpo dispone de muchos mecanismos para gestionar el estrés, la ansiedad y cualquier pico que podamos tener a nivel de cortisol, adrenalina… El problema no viene por esos momentos puntuales de estrés, porque al final este es una respuesta biológica natural del cuerpo que necesitamos para sobrevivir, la complicación surge cuando ese estrés lo sostenemos en el tiempo.
La complicación surge cuando ese estrés lo sostenemos en el tiempo.
No es lo mismo tener en un momento puntual una sensación de amenaza porque un león viene a comerme y tengo que desarrollar mecanismos para poder huir o luchar, que si vivo con la sensación constante de que tengo un león detrás de mí. Llega un momento en que eso es insostenible porque el cortisol mantenido en el tiempo genera un proceso bioquímico en el que aumenta la concentración de citoquinas inflamatorias, de ciertas hormonas y sustancias que hacen que el cuerpo empiece a inflamarse.
No percibimos que el inconveniente no es el estrés o la ansiedad en sí, el problema es cuando ambos se viven de una forma cronificada. La clave está más en el tiempo en el que cargamos con ello y no tanto en el estrés en sí.
¿Hay una epidemia de inflamación crónica en la actualidad?
Vivimos muy desconectados de nuestras necesidades corporales, estamos con las pantallas por la noche, nuestros ritmos circadianos también los tenemos desregulados. Vivimos con un estrés desbordante a lo largo del día, sin escucharnos, comiendo en quince minutos en el descanso que tenemos. Vivimos tan desconectados del cuerpo en ese ritmo frenético, en ese piloto automático que hace que sin darnos cuenta, vayamos sobrecargando hasta el límite.
De este modo, llegamos a unos niveles de cortisol que estabilizamos durante demasiado tiempo y esto provoca que el cuerpo se inflame. Ahora, en todo el mundo, nos encontramos en una de esas épocas en la que hay más inflamación de bajo grado, que es silenciosa y que tiene que ver con ese ritmo que llevamos de vida, que es el que nos la está generando.
Vivimos muy desconectados de nuestras necesidades corporales.¿Cómo se llega a esa conciencia corporal?
Es algo que se entrena, si nunca la hemos tenido y nos cuesta conectar con el cuerpo nos va a resultar difícil al principio. Por ello, no se debe tener la expectativa de que vamos a conectar enseguida. Para alcanzar esa concienciación te pueden ayudar actividades como el yoga o simplemente realizar una alimentación consciente, es decir, pararte delante del plato para respirar y observar cómo te sientes. Estar presente, olvidarte de la tele, de las noticias, de las pantallas… Es como traer presencia e ir observando a lo largo del día cómo te vas sintiendo y cómo se siente tu cuerpo.
Actividades como el yoga o simplemente realizar una alimentación consciente, te ayudan a tener conciencia corporal.
Yo siempre digo que para empezar a tener conciencia corporal basta con ponerte un par de alarmas en el día que te pillen de sorpresa, pararte, hacer un par de respiraciones y observar cómo te sientes. De este modo, ya estás ganando conciencia corporal. Por ejemplo, si el cuerpo te está diciendo que hoy en vez de levantarse al cien por cien de energía lo ha hecho al 70% , tendrás que enfocar el día de forma diferente. Es necesario estar más presentes en cada momento. Se trata de un proceso progresivo y es algo que debemos hacer para respetar nuestras necesidades biológicas y corporales.
¿Los trastornos digestivos son más frecuentes en mujeres o es que los manifiestan más?
Hay un poco de las dos partes. Las mujeres tendemos a normalizar menos estas cosas y los hombres quizá no le dan tanta importancia, pero es cierto que las mujeres por todos los cambios que vivimos con la menstruación, la perimenopausia, etc., debido a que son procesos que a nivel hormonal están muy vinculados con el sistema digestivo hace que seamos más propensas a padecer este tipo de patologías y trastornos frente a los hombres. En mis consultas también hay hombres aunque en un porcentaje menor, pero creo que es algo que ellas normalizan más, y las mujeres tendemos a escucharnos y a intentar poner solución.
Desde hace un tiempo se ha puesto de moda el SIBO, ¿nos puedes aclarar qué es este trastorno y cómo se debe tratar?
El SIBO es un sobrecrecimiento bacteriano que sucede en el intestino delgado. Digamos que hay un exceso de bacterias y se puede diagnosticar a través de una prueba que te va a decir si lo tienes y el tipo. No obstante, suele ser consecuencia de algo más como un mal estado del estómago, de una disbiosis oral, de una hipoclorhidria (nivel bajo de ácido estomacal), un sistema nervioso muy sobreactivado…. Para tratarlo de forma básica se recurre a una serie de antibióticos que pueden ser farmacológicos o herbáceos, junto con una dieta baja en Fodmap (carbohidratos fermentables) durante cuatro o seis semanas.
Para abordar el SIBO es necesario tocar todas las patas de la silla y analizar de dónde viene.
Lo que sucede es que tratamos de protocolizar una patología como es el Sibo, y a pesar de ello nos estamos encontrando con personas que llevan varias tandas de antibióticos y siguen con este problema porque no se va a su raíz. Vamos a barrer las bacterias, pero sin saber lo que está provocando el sobrecrecimiento. Entonces para abordarlo es necesario tocar todas las patas de la silla y analizar de dónde viene. Hay que ver a la persona más allá del diagnóstico, evaluar su contexto, y solucionar esa base para que el tratamiento sea efectivo.
¿Qué emociones positivas y negativas afectan más al estómago?
A mí no me gusta catalogar las emociones como positivas o negativas porque creo que eso de algún modo lo que provoca es que cuando sintamos emociones que podemos considerar digamos como más desagradables, solemos tratar de evadirlas o evitarlas. Es algo que hacemos inconscientemente porque tratamos de huir del dolor y de lo que nos hace sufrir. Sin embargo, la sorpresa, la alegría… son sensaciones que sí son más agradables y que nos gusta experimentar.
Sí hay emociones que nos afectan más a nivel digestivo y la que más vemos en consulta es el miedo, que está muy vinculado a la ansiedad, esa preocupación constante hacia lo que pueda pasar o lo que puede venir… La ansiedad a nivel bioquímico produce un proceso inflamatorio, por lo tanto es muy inflamatoria.
Lo que hay que entender es que todas las emociones son funcionales, están ahí para algo.
Lo que hay que entender es que todas las emociones son funcionales, están ahí para algo y el problema viene cuando tratamos de evadirlas o no sentirlas. De no vivirlas y abordarlas. En el momento en el que siento miedo y trato de taparlo, de algún modo estoy desatendiendo una emoción que está ahí y me está avisando. Tenemos que aprender a relacionarnos mejor con las emociones, a permitirnos poder sentirlas y saber que están ahí para algo y si las reconocemos el cuerpo va a dejar de insistir en ellas de una forma tan intensa.
Es normal que tengas miedo, rabia, tristeza, asco… Son emociones igual de válidas que las más agradables y no nos damos el permiso de sentirlas y es ahí donde está la clave para controlar esos procesos inflamatorios.
Realmente se trata de expresarlas, ¿no?
Sí, es sentirlas, llorarlas, pegar un puñetazo… Hay que sacar las emociones de la forma que cada uno lo necesite para que no se queden dentro. Cada persona tiene su manera de expresarlas y da igual que sea llorando, o gritando, al final te tienes que quedar a gusto. Las emociones desagradables están muy estigmatizadas socialmente, pero todas tienen su función.
¿Qué consejos ofreces a los lectores de Claves de Mujer para conocer mejor sus emociones?
Primero tenemos que darnos cuenta de esas emociones que más nos cuesta sentir. Hay personas que sienten más fácilmente la rabia que el miedo o al revés, o piensan que la tristeza les hace parecer débiles. Por ello, es importante descubrir cuál es la que nos hace sentir peor o la que gestionamos con más dificultad, porque esta es la que más daño nos hace a nivel corporal. Cuando veamos que esa emoción es nuestro talón de Aquiles, debemos poner conciencia en ello para tratar de buscar la forma de sacarla, es decir, poner conciencia y observación para encontrar la forma de vaciarla.
La autora
Fani García lleva años divulgando sobre el gran olvidado en la salud digestiva: las emociones. Bioquímica, psiconeuroinmunóloga y psicoterapeuta especialista en patologíasdigestivas y TCA, experimentó las consecuencias de tres patologías digestivassimultáneas mediante las cuales entendió como paciente y profesional que el cerebro tenía mucha relación con el estómago. Creadora del método y programaterapéutico Reprogramación Neurodigestiva, ha acompañado a miles de personas arecuperar su salud digestiva y emocional mientras continúa su labor comodivulgadora.
'Es tu tripa la que grita'
Sinposis
El sistema digestivo tiene un inmenso poder sobre nuestras emociones, algo que también funciona a la inversa. No solo las emociones asociadas a la comida nos afectan. Estudios recientes nos hablan de cómo el miedo, la ansiedad o el estrés sostenido en el tiempo, tienen un impacto directo sobre nuestro aparato digestivo, más allá de que nos siente mejor o peor una comida.A lo largo de sus páginas la autora nos presenta diferentes herramientas y recursos para entender la conexión entre las experiencias emocionales y la salud. Además, aprenderemos a adelantarnos a los síntomas, comprenderemos la relación entre el estrés, la ansiedad y las emociones con la digestión, y, descubriremos cómo no solo nos nutrimos con los alimentos que hay en el plato, sino con todo lo que nos rodea encada momento. Una vez comprendida la relación existente entre el mal funcionamiento de nuestro sistema digestivo con nuestros pensamientos y emociones podremos empezar a transformar nuestra salud física y mental.
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