Sonia Rico: "Tenemos que entrenar nuestra mente, para ser los arquitectos de nuestra vida y decidir quienes queremos ser"
¿Cómo conseguir una vida plena? ¿Cómo evitar que los pensamientos nos gobiernen? ¿De qué forma podemos entrenarnos para construir la vida que queremos? A todas estas preguntas contesta Sonia Rico, coach e instructora de yoga, en su nuevo libro El hábito hace el monje (Ed. Terapias Verdes). Para conocer más de cerca qué nos ofrece la autora en su nueva obra, Claves de Mujer ha vuelto a entrevistarla. Así, nos responde a estos interrogantes pero también nos da su opinión sobre qué debemos hacer para transformar nuestra vida si estamos en un momento en el que nos hemos planteado dar ese giro o simplemente necesitamos buscar respuestas…
¿Qué entiendes por tener una vida plena?
Bajo mi punto de vista, tener una vida plena es sentirse en equilibrio, en paz y en armonía interior. Aceptar quienes somos, aceptando la realidad tal cuál es, ya que muchas veces nuestro sufrimiento proviene de todas esas exigencias que le hacemos a la vida. Eso no quiere decir ser conformistas. Sino ser conscientes de todo aquello que podemos cambiar y de lo que no.
¿Qué se necesita para llegar a ella?
Creo que necesitamos aprender a vivir el presente. Poder escoger en cada momento qué queremos pensar, qué queremos atender o qué queremos sentir. Si nos detenemos a reflexionar en esto, nos daremos cuenta de que no somos tan libres como creemos. Normalmente vivimos cabalgando entre el pasado y en el futuro. En el pasado porque nuestra programación (educación) familiar, cultural, social se nos impone y hace que actuemos con el piloto automático; y por otro, porque vivimos pensando en lo que queremos que ocurra en el futuro y lo vivimos con mucha ansiedad. Está claro, que los pensamientos, sin que nos demos cuenta, nos gobiernan. Por esa razón, considero que es importante entrenar nuestra mente, para poder ser los arquitectos de nuestra vida y decidir activamente quienes queremos ser en todo momento.
¿Crees que a las mujeres nos cuesta más desarraigarnos de ciertos hábitos y costumbres tan establecidos todavía en la sociedad actual?
Creo que no solo es una cuestión que afecte a las mujeres, sino a todas las personas en general, independientemente de su género. Para que una mujer haya desarrollado ciertos hábitos y costumbres tiene que haber toda una sociedad que haya respaldado eso. Es decir, que existan unas creencias arraigadas para que determinadas situaciones estén bien vistas. Por lo tanto, se necesita de una conciencia plural para desarraigar ciertos pensamientos.
Es evidente, que las mujeres tenemos que empezar por nosotras mismas. Tomar conciencia de todo aquello que no está bien en nuestra vida, ya que este es el primer paso para cambiar algo.
¿Qué aconsejarías a estas mujeres para liberarse de ese entorno aún tan lleno de clichés?
En primer lugar, ser consciente de esas cadenas. Esto me recuerda a la anécdota de ese elefante que desde pequeño vivió en un circo, siempre atado a una estaca. Como creció así, el día que no está encadenado, el elefante sigue creyéndose preso, porque no sabe ser libre.
Hay que liberarse para poder ser libre. Tenemos que trabajar para enriquecer nuestra autoestima. Para sentirnos valiosas, suficientes, capaces y merecedoras. Para sentirnos dignas de poder construir la vida que queremos.
Uno de las cosas que recomiendas es la práctica del altruismo, pero ¿dónde está el punto medio? (Me explico: A veces dar mucho puede llegar a frustrar especialmente sino nos vemos recompensados de algún modo…)
Exactamente. En primer lugar, para poder practicar el altruismo, el amor bondadoso o la compasión, hay que sentir autocompasión. Lo que la psicología denominaría autoestima. No podemos dar aquello que no tenemos. Esto lo explico en mi primer libro Te amarás sobre todas las cosas (ediciones Urano).
Creo que es fundamental trabajar ese aspecto para poder construir la vida que queremos. Si no nos amamos a nosotras mismas, es muy difícil poder amar a otro. Porque me voy a relacionar desde la carencia, como ese niño que un día fuimos que solo pensaba en llenarse. Sin autoestima, o autocompasión, nuestro espíritu estará muy pobre. Seguramente dedicaremos toda nuestra energía a gustar, a resaltar, a que nos aprueben. Desde ese punto, es muy difícil dar, porque sentimos que todo nos pertenece. Y muchas veces, si damos desde ese punto, lo hacemos también para buscar amor o aprobación. Por el contrario, también puede ser que nos desgastemos, porque al no querernos lo suficiente, no somos capaces de establecer nuestros propios límites.
Sin embargo, si yo ya estoy llena, si me siento suficiente, puedo ser genuinamente generosa, porque estaré ofreciendo desde ese estado de abundancia. La verdadera generosidad no pesa, no lastra. La compasión sucede cuando entendemos que todas las personas, en el fondo, sufrimos por las mismas cosas y al entenderlo, sentimos la verdadera necesidad de hacer algo por aliviarlo. Eso se entrena pasito a pasito. Podemos empezar con nuestros seres queridos e ir ampliando poco a poco el círculo. A veces un pequeño gesto nuestro, como escuchar, un cumplido, puede cambiar la vida de alguien.
Para llegar a estar bien hay que dedicarle tiempo a esta misión y entrenamiento, ¿qué pautas nos aconsejas?
Para empezar, si creemos que nuestra autoestima merece atención, hay que trabajarla. No hay tiempo que perder. Tenemos esta vida y creo que es el momento para aprender a vivirla. En segundo lugar, entrenarnos a estar presentes, tal y como os explico en este libro El hábito hace al Monje. Aprender a contemplar nuestra mente es fundamental, para poder entrenarla, para encontrar esos espacios de libertad.
En tu libro propones varias ideas para alcanzar ese bienestar emocional, ¿nos puedes dar alguna de ellas?
Como dice Aristóteles: “Somos lo que hacemos cada día, de modo que la excelencia no es un acto, sino un hábito”. Tenemos que entrenar nuestra mente, de la misma manera que aceptamos que para estar en forma hay que cuidar nuestro cuerpo.
Aprender a estar serenos y llevar ese estado a todo lo que hagamos en el día a día. Porque al final la vida es esa sucesión de pequeñas cosas que ocurren en cada momento. Procurar estar en equilibrio desde que nos levantamos, hasta que nos acostamos. Mientras desayunamos, limpiamos, ordenamos, cocinamos, trabajamos, nos desplazamos o nos lavamos los dientes. Hagamos lo que hagamos, siempre es un buen momento y un buen lugar, para entrenar nuestro bienestar.
Y, por último, añadiría que también hay que entrenar el hecho de cultivar estados positivos, como: la generosidad, el entusiasmo, la alegría, la sabiduría, etc. Y aceptar ciertos aspectos de la vida a los que nos resistimos: que la vida es cambio constante y que todos, al fin y al cabo, somos lo mismo. La vida es un milagro que se despliega a cada instante, así que mejor que sentirnos constantemente agradecidos.
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